viernes, 20 de junio de 2008

EL ZÓCALO


“Bienvenido al pueblo de los zócalos” Esta es la premisa constante que se encuentra el visitante antes de llegar a nuestro Guatapé, frase que de por sí crea expectativa, fuera de los otros tantos atractivos que se ofrece con la amplia gama de ofertas turísticas entre sitios pintorescos, la magnifica y apacible represa, variados restaurantes, cómodos hoteles y sitios de interés histórico o artístico. El turista quiere comprobar el porqué Guatapé es distinguido por sus zócalos.

Entrando al pueblo se empieza a vislumbrar el motivo. A pesar de estar próximos a su bicentenario, el pueblo tiene construcciones jóvenes, casas que sucumbieron al tiempo y que no superaron los cuidados intensivos y esas monumentales paredes de tapia se derrumbaron para darle paso al adobe y al cemento; a pesar de esto, las casas tienen ese toque distintivo y especial de construcciones campestres, inspiradas en los parámetros establecidos por los ancestros.

Retrocedamos en el tiempo para darnos una clara idea de por qué las casas coloniales incluyen zócalos en las fachadas; las casas cuyas paredes se cimentaron en gruesas tapias de barro prensado, construidas sobre zarpas de piedra cuidadosamente colocadas; las puertas y ventanas se les dieron a expertos talladores de madera que crearon diseños especiales y exclusivos. Techos en teja rustica cocida en estos mismos lugares.

La experiencia de los constructores dictaba que para proteger las bases de las paredes principalmente del efecto destructivo de la lluvia que lava paulatinamente los cimientos hasta poner en riesgo toda la construcción, tenían que incluir una coraza protectora: simplemente se imprima el área hasta una altura de ochenta centímetros, con un cubrimiento de cemento. Aquí radica la diferencia: los zócalos en Guatapé fueron adquiriendo identidad, cada casa tenía un motivo diferente, un símbolo o un grafismo que la hiciera reconocida; el motivo se pinta con colores intuitivos, de contrastes insólitos, con una gama de colores básicos. Poco a poco se mejora la técnica y la evolución en los materiales facilitando la construcción de los zócalos.

El conocimiento de la técnica y la experiencia de los constructores los llevó a especializarse en el oficio hasta ser reconocidos como “zocaleros”. Y estos son artistas llamados a realizar los contratos, compitiendo con creatividad en el diseño, la perfección del acabado y la innovación en el motivo; cada casa adquiría identidad propia, al principio con figuras geométricas, después con figuras más reconocidas de animales, flores o aves. La evolución de los zócalos va más allá del simple dibujo gráfico o geométrico, ahora se construyen con relieve, se plasman escenas más completas y cada zócalo se convierte en una obra de arte con un mensaje implícito y explicito.

El visitante transita nuestro pueblo como recorriendo una galería de arte, lee claramente su historia, interpreta cada uno de los mensajes y se maravilla con la calidad e ingenio de “los zocaleros”. Cada vuelta de esquina le espera una grata sorpresa; cada calle es una experiencia nueva, cada casa exhibe con orgullo su zócalo diferente y exclusivo. Y el visitante se ve rodeado súbitamente de esa magia propia que inspira el arte, la sensibilidad ante las formas y los colores y la admiración por un pueblo que ha adquirido identidad propia a través de sus zócalos.

Aunque en todos los pueblos de Antioquia y El Viejo Caldas las casa incluyen zócalos en sus fachadas, siempre con el ideal de proteger la tapia o de crear una barrera para la pared de agentes externos; ninguno como Guatapé le ha dado ese valor agregado decorativo y artístico a sus zócalos y pone enfático esmero de incluirles un carácter especial. Este es verdaderamente un patrimonio cultural de altísimo valor para nuestro municipio y como tal, estamos todos en la imperiosa necesidad de cuidar, proteger y preservar.

Grabada en la mente de cada turista quedará esa grata experiencia vivida en Guatapé, disfrutó de las bondades de la represa, caminó en el malecón acompañado del tibio sol de la tarde, sintió la refrescante brisa de la fuente luminosa del parque, descanso su cuerpo y espíritu en los cómodos hoteles, sintió la amabilidad y atención de los guatapenses, y sobre todo, se maravilló de colorido, la alegría, la magia y el arte que emanan de cada uno de sus zócalos.


Por. Carlos Osorio.

elartedeosorio@yahoo.es

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