viernes, 25 de julio de 2008

VAMOS PARA LOS DOSCIENTOS AÑOS DE VIDA MUNICIPAL

Fundado en 1811 por don Francisco Giraldo y Jiménez. Hermoso nombre precolombino, al parecer de origen quechua cuyo significado debió tener alguna relación con los términos piedra y agua.
En el Repertorio Histórico de Antioquia se hace referencia a “la Provincia de Guatapé compuesta por un conjunto de poblaciones”, como lo expresa el historiador de la Conquista de Antioquia Pedro Cieza de León, en cuya jurisdicción estaba ubicado el poblado de Guaguapé.
A lo largo de la época de conquista y colonia el término Guatapé fue ganando peso y dimensión semántica al relacionarlo no solo como dominio tribal sino también por considerarse una vasta región rica en aguas y vegetación de la cual el Rey de España demandó una observación cuidadosa con inventario de recursos de fauna y flora ya que en asuntos auríferos estaba referida como región donde “no hay cosa de sustancia” en términos reales.
Se habla del Cacique Guatapé como el representante tribal de esta gentil provincia, vecino de homólogos por geografía y parentesco como Samaná, Punchiná, entre otros. El territorio guatapense fue visitado por primera vez, en tiempos de conquista aproximadamente en 1551 por una guarnición comandada por Pedroso siguiendo la cuchilla de Culata o Caldera (Giraldo, Esther Alicia. 1996) sin perder de vista la cuenca del río Guatapé que los llevaría a tales dominios en donde esperaban encontrar oro en abundancia. Desde las mismas orillas del río de la Magdalena traía como referencia y objetivo, nombre del Guatapé.
Más tarde el territorio hace parte del Cantón de Marinilla. Fue entonces la colonia una posibilidad para que esta cabecera fundacional, entendida como una aldea con crecimiento moderado buscara desligarse de Marinilla. Aquí se daban cita indígenas, caminantes, colonos afincando en sus territorios y junto a la orilla de la Quebrada La Ceja donde finalmente se fue constituyendo el inicial Distrito, como se le llamó a las municipalidades aún incipientes. Debió batir su permanencia entre las dificultades del estado generadas por el tránsito de Colonia a República y tiempos de fundación.
Pero fue el camino de Islitas el que marcó definitivamente los destinos de este poblado desde las mismas caminerías precolombinas con el paso de primitivos haciendo intercambio de metales, sal, semillas y comestibles por caminos de sal que más tarde serían la ruta de Palagua, Juntas; en fin, camino de Islitas
Se tiene razón que desde 1775 los moradores de este poblado pugnaban por encontrar la posibilidad de una fundación parroquial para gozar de los servicios de evangelización y suministro de los sacramentos cristianos fieles en los votos de la fe católica.
Después de los debidos trámites entre Guatapé, Marinilla, Buga y Popayán, fue concedido el permiso al joven marinillo Francisco Giraldo y Jiménez para la fundación de una capilla con visión de parroquia en “el Sitio de Nuestra señora del Carmen de la Ceja de Guatapé; permiso que fue firmado y entregado al solicitante el día cuatro 04 de octubre de 1811 en la ciudad de Popayán por el Provisor y Vicario Capitular del Obispado de Popayán Dr. Mariano Pérez de Valencia. Dicha solicitud ya había sido aprobada por la Junta Provisional y Gobernador de Antioquia Dr. Juan Elías López en junio de 1811.
Sin lugar a dudas el pueblo crece a los pies de arrieros del camino de Islitas. Era punto de encuentro, llegada y salida de recuas de cargueros, silleteros y por su puesto de arrieros. Era el punto centro de camino entre Puerto Nare y Medellín, por donde entraba todo el comercio del interior y del exterior del país al interior de Antioquia.
Entre minería, el desmonte de selva y la agricultura, fue la arriería la que dio mayor vigor a la dinámica económica y progreso por casi todo el tiempo de existencia del municipio hasta la llegada del embalse que habría de anegar casi el cincuenta por ciento de su territorio urbano y rural.
Nunca este pueblo tuvo atractivo alguno diferente al de la piedra (Peñón de Guatapé), cuya presencia ha tenido devotos y seguidores desde los primitivos; otro ha sido la actividad arrieril que por lo demás no demostraron ningún interés en embellecer al pueblo o mejorar su aspecto. Lo que convocaba por hábito era cosa de fondas camineras. Su plaza fue diseñada desde sus inicios para albergar hasta seiscientas mulas incluyendo el espacio para las faenas propias del oficio. La Calle Real era antes Camino Real, fragmento urbano del camino de Juntas.
Por aquí pasaron a lomo de indio los más exigentes hidalgos que venían de visita a la capital antioqueña. Aquí siempre se ha hablado de la piedra, del río Nare o del Alto del Páramo (Cuchilla del Páramo). Aquí se tienen importantes vestigios de la cultura tahamí, del maíz.
De este gran territorio cultural se desprendió el municipio de San Rafael en 1867 y el de Alejandría en 1907. A finales del siglo XX fue necesario ceder las mejores tierras destinadas a la agricultura y ganadería para la realización del macro proyecto hidroeléctrico sobre el río Nare, obligando a cambiar abruptamente la actividad económica de los lugareños. Desde entonces, se ha multiplicado la actividad comercial en torno al turismo y mejorado la calidad de vida sustancialmente.
Hasta hace un cuarto de siglo este lugar, no solamente estaba entre los pueblos más feos del departamento sino además, entre los cinco más pobres; hoy no ha erradicado la pobreza en su totalidad pero ha superado con creces el otro apologético al ubicarse entre los más hermosos del país con más de tres docenas de atractivos dignos de conocer y admirar.
Por Alvaro Idárraga

ZOCALIZACIÓN


“Bienvenido al pueblo de los zócalos” Esta es la premisa constante que se encuentra el visitante antes de llegar a nuestro Guatapé, frase que de por sí crea expectativa, fuera de los otros tantos atractivos que se ofrece con la amplia gama de ofertas turísticas entre sitios pintorescos, la magnifica y apacible represa, variados restaurantes, cómodos hoteles y sitios de interés histórico o artístico. El turista quiere comprobar el porqué Guatapé es distinguido por sus zócalos.
Entrando al pueblo se empieza a vislumbrar el motivo. A pesar de estar próximos a su bicentenario, el pueblo tiene construcciones jóvenes, casas que sucumbieron al tiempo y que no superaron los cuidados intensivos y esas monumentales paredes de tapia se derrumbaron para darle paso al adobe y al cemento; a pesar de esto, las casas tienen ese toque distintivo y especial de construcciones campestres, inspiradas en los parámetros establecidos por los ancestros.
Retrocedamos en el tiempo para darnos una clara idea de por qué las casas coloniales incluyen zócalos en las fachadas; las casas cuyas paredes se cimentaron en gruesas tapias de barro prensado, construidas sobre zarpas de piedra cuidadosamente colocadas; las puertas y ventanas se les dieron a expertos talladores de madera que crearon diseños especiales y exclusivos. Techos en teja rustica cocida en estos mismos lugares.
La experiencia de los constructores dictaba que para proteger las bases de las paredes principalmente del efecto destructivo de la lluvia que lava paulatinamente los cimientos hasta poner en riesgo toda la construcción, tenían que incluir una coraza protectora: simplemente se imprima el área hasta una altura de ochenta centímetros, con un cubrimiento de cemento. Aquí radica la diferencia: los zócalos en Guatapé fueron adquiriendo identidad, cada casa tenía un motivo diferente, un símbolo o un grafismo que la hiciera reconocida;el motivo se pinta con colores intuitivos, de contrastes insólitos, con una gama de colores básicos. Poco a poco se mejora la técnica y la evolución en los materiales facilitando la construcción de los zócalos.
El conocimiento de la técnica y la experiencia de los constructores los llevó a especializarse en el oficio hasta ser reconocidos como “zocaleros”. Y estos son artistas llamados a realizar los contratos, compitiendo con creatividad en el diseño, la perfección del acabado y la innovación en el motivo; cada casa adquiría identidad propia, al principio con figuras geométricas, después con figuras más reconocidas de animales, flores o aves. La evolución de los zócalos va más allá del simple dibujo gráfico o geométrico, ahora se construyen con relieve, se plasman escenas más completas y cada zócalo se convierte en una obra de arte con un mensaje implícito y explicito.
El visitante transita nuestro pueblo como recorriendo una galería de arte, lee claramente su historia, interpreta cada uno de los mensajes y se maravilla con la calidad e ingenio de “los zocaleros”. Cada vuelta de esquina le espera una grata sorpresa; cada calle es una experiencia nueva, cada casa exhibe con orgullo su zócalo diferente y exclusivo. Y el visitante se ve rodeado súbitamente de esa magia propia que inspira el arte, la sensibilidad ante las formas y los colores y la admiración por un pueblo que ha adquirido identidad propia a través de sus zócalos.
Aunque en todos los pueblos de Antioquia y El Viejo Caldas las casa incluyen zócalos en sus fachadas, siempre con el ideal de proteger la tapia o de crear una barrera para la pared de agentes externos; ninguno como Guatapé le ha dado ese valor agregado decorativo y artístico a sus zócalos y pone enfático esmero de incluirles un carácter especial. Este es verdaderamente un patrimonio cultural de altísimo valor para nuestro municipio y como tal, estamos todos en la imperiosa necesidad de cuidar, proteger y preservar.
Grabada en la mente de cada turista quedará esa grata experiencia vivida en Guatapé, disfrutó de las bondades de la represa, caminó en el malecón acompañado del tibio sol de la tarde, sintió la refrescante brisa de la fuente luminosa del parque, descanso su cuerpo y espíritu en los cómodos hoteles, sintió la amabilidad y atención de los guatapenses, y sobre todo, se maravilló de colorido, la alegría, la magia y el arte que emanan de cada uno de sus zócalos.